lunes, 6 de abril de 2015

SOCIEDAD MAYA

La sociedad maya estaba dividida en clases, con intereses no sólo distintos, sino antagónicos. La distribución de la población alrededor de los edificios ceremoniales se regía por una diferenciación social, en que la mayor proximidad al centro estaba en relación directa con la preponderancia jerárquica. Esta sociedad comprendía cuatro clases; en la cima de la pirámide social se encontraría una clase noble, a la cual pertenecían tanto los señores como los sacerdotes, aunque no podamos precisar cómo se formó esta nobleza, es de suponer que gran parte de ella, en el momento de la llegada de los españoles, tenía su origen en los méritos de guerra. La calidad del noble, era hereditaria, se les llamaba almehenoob, cuyo equivalente en el término castellano "hidalgo", que implicaba el conocimiento de sus antepasados y la conciencia de formar parte de un linaje. A la nobleza le correspondían los cargos de dirigentes, civiles, el ejercicio del sacerdocio, los altos niveles burocráticos, la posibilidad de dedicarse a la ciencia -matemática, astronomía, medicina-, al manejo del calendario y al conocimiento y uso de la escritura. Esta clase dirigía, en última instancia, las actividades agrícolas, determinando las épocas de preparación de la tierra, siembra y demás labores, pero sin participar directamente en éstas ni en ninguna actividad productora. Su nivel de vida era muy superior a la de las demás clases.

Existían varios grupos sociales entre los mayas. El comerciante profesional en una escala probablemente regional (ppolom), en oposición al dueño de una verdadera empresa mercantil (ah ppolom yoc), con caravanas para intercambio interregional y hasta grandes distancias, y que también utilizaba canoas. Puede citarse asimismo la actividad del trueque en pequeña escala, directamente entre productores en tianguis locales. Los mercaderes profesionales parecen haber gozado de un nivel económico y social más elevado que el de la gente común, pero a juzgar por el contenido de la información histórica, más que integrar una clase social diferenciada, formarían parte de la nobleza; serían nobles dedicados a actividades mercantiles o comerciantes ricos convertidos en miembros de la nobleza. Es probable que en este sector de la sociedad podría incluirse a los dueños de plantaciones de cacao, limitadas en su distribución geográfica, y de un carácter peculiar, debido al uso del cacao como moneda. Es difícil pensar que el cultivo del cacao no estuviera controlado y monopolizado por la nobleza o por los mercaderes, como no se concibe en nuestra sociedad la fabricación privada de moneda. La gran masa de la población constituía la clase plebeya de los ah chembal uinicoob, los "hombres inferiores, vulgares, groseros", denominados también memba uinicoob, "trabajadores" y yalba uinicoob, "hombres pequeños, comunes, plebeyos", y por influencia náhuatl, los mazehualoob. A estos hombres les correspondían todas las labores de producción en el campo de la agricultura, caza, pesca, recolección, extracción de sal, apicultura y demás actividades productivas, en forma permanente o temporal, así como las obras suntuarias de la construcción de monumentos dedicados al ritual o a residencias de los miembros de la clase dirigente. Como hombres legalmente "libres", gozarían de algunos derechos, entre ellos el de susufructuar ciertas tierras, y derechos individuales de su vida personal y familiar, pero en cuanto a los bienes que producían, sólo conservaban lo más indispensable para asegurar su supervivencia y la de sus familias, de manera de seguir produciendo los bienes que el sistema económico-social les exigía. A un nivel más inferior que la anterior, otra clase compartía la carga de la producción, aunque su participación sería probablemente menor que la de la gente común. Nos referimos a los esclavos, los p´entacoob. Los cronistas nos aclaran circuntancias que provocaban la esclavitud: comisión de delitos penales, deudas, ser prisionero de guerra, haber nacido de padres esclavos, haber sido comprado a un mercader, ser huérfano y dedicado al sacrificio por su tutor. El esclavo no gozaba de ningún derecho; estaba obligado a trabajar en propiedades particulares (de la nobleza o de gente rica) y era la víctima más indicada, siempre disponible para la realización de sacrificios humanos. Participaba en la producción, pero lo que percibiría sería sólo para una supervivencia precaria.

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